8 razones que podrían estar detrás de tu pérdida de cabello

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Factores genéticos

La genética juega un papel fundamental en la pérdida de cabello. Aunque muchas personas lo asocian únicamente con el envejecimiento, la predisposición genética puede ser un factor determinante desde edades tempranas. Los genes heredados de uno o ambos padres influyen directamente en la sensibilidad del folículo piloso a hormonas como la dihidrotestosterona (DHT), desencadenando la caída del cabello.

Alopecia androgénica: la forma más común de pérdida de cabello en hombres y mujeres

La alopecia androgénica, también conocida como calvicie de patrón masculino o femenino, es el tipo más común de pérdida de cabello relacionada con factores genéticos. En los hombres, esta condición suele comenzar con una disminución en las entradas y la coronilla, mientras que en las mujeres se manifiesta con un afinamiento generalizado del cabello, especialmente en la parte superior de la cabeza.

Esta condición es hereditaria y afecta tanto a hombres como a mujeres, aunque se presenta de forma más marcada en los primeros. Los folículos pilosos se vuelven progresivamente más pequeños y producen cabello más fino hasta que, con el tiempo, dejan de crecer por completo. Aunque no existe una cura definitiva, tratamientos como el minoxidil, finasteride o incluso trasplantes capilares pueden ayudar a frenar su progreso y mejorar la densidad del cabello.

¿Es posible evitarlo? Desafortunadamente, no se puede cambiar la genética, pero identificar la alopecia androgénica de manera temprana puede marcar la diferencia. Consultar a un especialista es clave para determinar cómo manejar esta condición de la mejor manera.

Estrés y eventos traumáticos

La relación entre el estrés y la caída del cabello puede ser más profunda de lo que a simple vista parece. Factores como el estrés físico y emocional pueden alterar el ciclo normal del crecimiento capilar, llevando a condiciones como el efluvio telógeno o incluso la alopecia areata. Cada tipo de estrés tiene un impacto específico en la salud de nuestro cabello, y entender estas diferencias es clave para prevenir o manejar sus efectos.

Estrés físico

Los eventos que imponen un estrés físico importante, como enfermedades graves, cirugías o infecciones, pueden desencadenar una pérdida temporal de cabello. El cuerpo, al enfrentarse a una situación extrema, prioriza funciones esenciales dejando el crecimiento capilar en un segundo plano. Esto se traduce en un desprendimiento mayor de cabello, generalmente entre tres y seis meses después del evento.

Por ejemplo, una fiebre alta, una operación compleja u hospitalizaciones prolongadas son factores habituales que impactan la salud capilar. Este tipo de pérdida, conocido como efluvio telógeno, ocurre porque una gran cantidad de folículos entra simultáneamente en fase de reposo, limitando la producción de nuevos cabellos. Aunque puede ser alarmante, la caída por estrés físico suele ser reversible una vez el cuerpo recupera su equilibrio.

Estrés emocional

Por otro lado, situaciones de estrés emocional intenso, como la pérdida de un ser querido, problemas laborales o rupturas sentimentales, también afectan la salud del cabello. La respuesta emocional activa la liberación de cortisol, una hormona que en exceso altera los ciclos del folículo piloso, debilitándolo. Este estrés acumulado puede derivar en afecciones como la alopecia nerviosa o el efluvio telógeno.

Además, las emociones negativas prolongadas pueden reducir el flujo sanguíneo hacia el cuero cabelludo, privando los folículos de nutrientes esenciales. A largo plazo, esta falta de nutrientes contribuye al adelgazamiento del cabello y aumenta el riesgo de caída. Las consecuencias emocionales no solo afectan el cuerpo; cada mechón de cabello también lleva las huellas del bienestar mental.

Desequilibrios hormonales

Los desequilibrios hormonales desempeñan un papel clave en la pérdida de cabello, especialmente en mujeres. Las fluctuaciones en los niveles hormonales, como los estrógenos, progesterona y andrógenos, afectan directamente al ciclo del crecimiento del cabello, debilitando los folículos pilosos y aumentando el riesgo de que estos entren en la fase de reposo. Este fenómeno puede darse en diversas etapas de la vida, incluyendo el embarazo, el postparto y la menopausia.

Embarazo y postparto

El embarazo es una montaña rusa hormonal para el cuerpo. Durante los nueve meses, los niveles de estrógeno y progesterona aumentan, promoviendo un cabello más grueso y saludable. Sin embargo, después del parto, estas hormonas disminuyen drásticamente, lo que puede causar un fenómeno conocido como efluvio telógeno postparto. ¿El resultado? Una caída notable del cabello que suele comenzar alrededor de los tres meses después del nacimiento del bebé.

Este tipo de pérdida de cabello es temporal y, en la mayoría de los casos, el cabello comienza a regenerarse de forma normal en cuestión de meses. Sin embargo, los niveles de estrés, la falta de sueño y una dieta inadecuada pueden empeorar la situación, retrasando la recuperación capilar. Es fundamental mantener una alimentación equilibrada rica en hierro, zinc y vitaminas para fortalecer el cabello durante esta etapa.

Menopausia

La menopausia es otra etapa crucial donde los desequilibrios hormonales afectan la salud capilar. El descenso en los niveles de estrógeno, una hormona que ayuda a mantener el ciclo de crecimiento del cabello, hace que los folículos pilosos pasen más rápidamente a la fase de reposo. Como resultado, muchas mujeres experimentan una disminución en la densidad capilar y un cabello más fino.

Además, el aumento relativo de andrógenos, como la testosterona, puede transformar los folículos pilosos, haciéndolos más pequeños y produciendo un cabello más débil. Este tipo de pérdida de cabello, conocido como alopecia androgénica femenina, es más común en esta etapa de la vida. Aunque el daño no es completamente reversible, tratamientos tópicos como el minoxidil y suplementos hormonales pueden ayudar a mitigar sus efectos.

Foto Freepik

Nutrición y salud dietética

La dieta juega un papel esencial en la salud del cabello. Muchos problemas capilares, incluida la caída excesiva, tienen raíces en desequilibrios nutricionales o hábitos alimenticios poco saludables. Una alimentación adecuada no solo garantiza un cabello fuerte, sino también un cuero cabelludo sano.

Deficiencias nutricionales

El cabello necesita una variedad de nutrientes esenciales para crecer sano y fuerte. La falta de ciertos elementos puede provocar debilitamiento, quiebre y caída. Entre los nutrientes clave para mantener una salud capilar óptima se incluyen:

Hierro: su deficiencia es una causa común de pérdida de cabello, ya que disminuye el suministro de oxígeno a los folículos. Alimentos como carne magra, espinacas y legumbres ayudan a mantener niveles adecuados.

Vitaminas del grupo B (especialmente biotina y B12): la biotina fortalece la estructura del cabello, mientras que la vitamina B12 ayuda en la formación de glóbulos rojos, que transportan nutrientes.

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Vitamina D: favorece la regeneración de los folículos pilosos. Consumir pescado graso, huevo y exponerse al sol contribuye a mantener sus niveles.

Proteínas: como el cabello está compuesto principalmente de queratina, una dieta rica en proteínas (huevos, pollo, legumbres) es fundamental.

Zinc y selenio: ayudan en la reparación de tejidos y protegen contra daños capilares.

La falta prolongada de estos nutrientes puede manifestarse en un cabello seco, débil y con mayor caída. Si notas señales de deterioro, consulta a un especialista para evaluar posibles carencias y ajustar el plan alimenticio.

Dietas extremas

Las dietas extremas, especialmente aquellas que eliminan grupos alimenticios completos, pueden ser perjudiciales para la salud capilar. Estas prácticas restrictivas, como las dietas de choque o las basadas únicamente en zumos y líquidos, llevan al cuerpo a un estado de estrés nutricional. ¿El resultado? Una falta de nutrientes esenciales que impacta directamente al cabello.

Cuando el cuerpo detecta una restricción calórica severa, prioriza funciones vitales como el cerebro y el corazón, dejando de lado el cuidado del cabello y las uñas. Este proceso puede derivar en efluvio telógeno, una caída temporal y masiva del cabello causada por una interrupción en su ciclo de crecimiento.

Los efectos negativos de estas dietas incluyen:

  • Carencia de proteínas, básicas para la formación de queratina.
  • Déficit de vitaminas como A, D y B12, lo que debilita los folículos pilosos.
  • Baja en minerales como zinc e hierro, que son cruciales para mantener un cabello fuerte.

Además, muchas de estas dietas afectan los niveles hormonales, desencadenando desequilibrios que también agravan la caída. Para evitarlo, es fundamental seguir planes alimenticios equilibrados y sostenibles que nutran tanto el cuerpo como el cabello.

Productos y tratamientos capilares

La salud capilar comienza con el cuidado que brindamos a nuestro cabello y cuero cabelludo. Entre los factores que pueden influir en la caída excesiva del cabello, se encuentra el tipo de productos que utilizamos y ciertos tratamientos médicos que, aunque necesarios, tienen efectos secundarios en nuestra melena.

Uso inadecuado de productos

No todos los productos capilares son seguros para la salud del pelo, y algunos pueden ser más dañinos de lo que parecen. Ingredientes agresivos como sulfatos, parabenos y formaldehído, presentes en champús, acondicionadores y tratamientos alisadores como el «Brazilian Blowout», deterioran la estructura del cabello. Estos químicos tienden a deshidratar el pelo, hacerlo más quebradizo y a largo plazo, provocar su caída.

Por ejemplo, los sulfatos eliminan los aceites naturales del cuero cabelludo, lo que conduce a irritación y debilitamiento de los folículos pilosos. Los parabenos, utilizados como conservantes, pueden alterar el equilibrio hormonal del cuerpo, influyendo indirectamente en la caída capilar. Además, el formaldehído, común en tratamientos de alisado, ha sido asociado incluso con riesgos de salud mayores.

Tratamientos médicos

Diversos tratamientos médicos pueden tener como efecto secundario la pérdida de cabello. Fármacos como los usados para tratar la hipertensión, los anticonvulsivos o ciertos medicamentos hormonales pueden alterar el ciclo de crecimiento del cabello. Este fenómeno se conoce como efluvio telógeno, donde los folículos pasan abruptamente a una fase de reposo, lo que provoca una caída temporal.

Por otro lado, tratamientos como la quimioterapia están directamente relacionados con la pérdida de cabello debido a que atacan células que se dividen rápidamente, incluyendo las de los folículos pilosos. Sin embargo, no todos los medicamentos de quimioterapia generan alopecia, y los efectos son reversibles una vez que el tratamiento finaliza.

Incluso medicamentos comúnmente recetados, como los anticoagulantes o los derivados de la vitamina A, pueden causar debilitamiento capilar si no se evalúan adecuadamente las dosis recomendadas. Es fundamental que cualquier persona en tratamiento médico consulte con su médico o dermatólogo para determinar si el medicamento o terapia está afectando la salud capilar, y buscar alternativas o medidas preventivas cuando sea posible.

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Dany Levito
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